Mucho se ha escrito acerca de la necesidad de evitar un estilo sedentario de vida y unirse a un programa de ejercicios físicos adecuados a la edad y condiciones fisiológicas.
Numerosos estudios publicados en las más prestigiosas revistas médicas comprueban el efecto preventivo de la actividad física sobre innumerables males de nuestra época: obesidad, hipertensión arterial, colesterol, accidentes cardiovasculares, diabetes, osteoporosis y hasta trastornos de ansiedad y depresión, entre muchas otras.
Se sabe que el ejercicio mejora la actitud mental, el rendimiento laboral y la relación familiar. Ayuda a un mejor sueño, al descanso y fortalece las defensas del organismo. Se logra un estado de euforia, gracias a que el organismo libera los analgésicos naturales llamados endorfinas, por lo que se mejora la autoestima.
Sobre quién puede y debe incorporar la actividad física a su vida cotidiana, el mensaje medico es inequívoco.
El primer punto del decálogo sobre el ejercicio de la Sociedad Española de Cardiología dice tajante: “debe ser realizado por todo tipo de personas, independientemente de la edad, el sexo, la existencia o no de cardiopatías u otro tipo de enfermedades”.
El beneficio para la salud está en función de la duración, la frecuencia y la intensidad del ejercicio, pero cualquier actividad regular, aunque sea solo caminar, ya es muy beneficiosa.
El mejor ejercicio es aquel que aumenta los latidos del corazón y mueve grupos musculares grandes (los de las piernas y brazos). Hay que ir en progresión, de menos a más y sobretodo mantener la regularidad. Para ello lo mejor es hacer una actividad placentera y que se incorpore de forma espontánea a la rutina diaria, 45 minutos esforzándote, 3 o 2 veces por semana será tú mejor opción para obtener los resultados más saludables.