Es sabido que la observación es la técnica de diagnóstico más importante que existe. Se trata de una técnica de recogida de información que requiere una gran concentración y habilidad para obtener una información válida y fiable. Sabemos que en todas las actividades humanas se observa: en la medicina, en la justicia, en la seguridad de la sociedad, en educación, etc.
También en la familia debemos habituarnos a aplicar la técnica de la observación para poder así aprender mejor cómo crecen nuestros hijos; fijarnos en los detalles más insignificantes; ofrecerles una atención más ajustada a sus necesidades; hacerles felices; realizar una escucha activa y tantas otras acciones que son necesarias por nuestra parte como padres hacia ellos.
Pero ¿qué necesitamos para ser buenos observadores?:
Es necesario entrenarse en la observación del niño y su entorno con fines concretos. La observación es fundamental a la hora de tomar decisiones. Si observamos mal, llegamos a conclusiones erróneas y las decisiones adoptadas serán equivocadas. Sin embargo, si observamos correctamente podemos controlar nuestras decisiones, adoptamos seguridad y confianza en nuestras decisiones y nuestra conducta.
Todos aprendemos de una forma u otra a observar pero debemos adoptar unas precauciones porque también la observación tiene sus engaños. En primer lugar muchos padres tienen miedo a la verdad e intentan ocultarla: es doloroso para los padres admitir que un hijo precisa de apoyos en la escuela porque se “retrasa” del grupo de compañeros; o por ejemplo, es difícil admitir que un hijo se escapa de casa porque se siente demasiado oprimido, aflorando los sentimientos de culpa como educadores. También los padres se forman prejuicios y no quieren cambiar de idea cuando se forjan un juicio impidiéndoles realizar una observación objetiva: un padre tiende a culpabilizar a uno de los hijos que es el más revoltoso y duda que la acción punible la haya ideado el que en principio es más bueno.
Los deseos son una fuente de errores constantes. Uno desea que las cosas sean así y no de otro modo y por ello se ven así. Es lo que llamamos deformación de la realidad por razones tácticas. Cuando un niño suspende puede ocurrir que el padre y la madre se echen la culpa mutuamente por el fracaso del niño y no son capaces de analizar su propia actuación ante el problema. En el comportamiento de uno mismo sólo se ve lo positivo y en el otro lo negativo. La imagen real de los hechos queda fácilmente tan deformada que no se parece en nada a la realidad.
También en la educación tendemos a equivocarnos al aplicar el principio de la generalización equivocada. Los padres hacen análisis de la situación basados en la generalización, es decir en lo que ha sucedido en otras ocasiones similares. La imagen que tenemos de la realidad es subjetiva porque forjamos una idea en base a observaciones parciales y llegamos a conclusiones que en muchas ocasiones son equivocadas. Tendemos a exagerar y un padre no dice “a veces llegas tarde” sino que se deja llevar por los sentimientos y espeta “siempre llegas tarde”
Y también ocurre que confundimos entre observación e interpretación. Suele ocurrir que sacamos conclusiones del hecho observado. Interpretamos y nos explicamos el comportamiento: cuando la madre acuesta al niño, apaga la luz y éste empieza a llorar suele generar enfado en la madre porque piensa que el niño es un caprichoso, cuando lo que puede ocurrir es que el niño siente miedo por la oscuridad y necesita una atención de la madre.
Es necesario, por tanto, realizar una observación sistemática en la familia que permita realmente llegar a conclusiones acertadas ante los hechos cotidianos que nos rodean. De esta forma conseguiremos dirigirnos a los demás de una forma más justa, equilibrada y emocionalmente aceptable. Los padres se pueden entrenar para observar de forma sistemática; hace falta interés y olvidarse de los prejuicios y miedos a descubrir otro yo que delate nuestras faltas. La mejor forma es hacerlo ante un comportamiento conflictivo de un hijo.
Imaginemos que un hijo no tiene respeto hacia uno de sus progenitores y sí ante el otro. Esta situación merece ser observada de forma independiente por cada uno de los padres cuando el hijo está con el otro. Esta observación deberá hacerse apuntando en todo momento lo que sucede y la respuesta de cada uno de los que entran en acción. Únicamente debemos tener en cuenta los siguientes puntos:
Las notas deben ser hechas desde la perspectiva de observador neutral, para evitar confusiones producidas por miedo, prejuicio, etc.
Es importante seguir el orden y el tiempo porque sólo así vemos cómo una cosa condiciona a la otra.
El padre y la madre son observados independientemente para descubrir la estrategia del hijo.
No se trata ahora de pedir a los padres que se especialicen en una técnica que también la pueden poner en juego de una forma sencilla. Sí que pedimos desde aquí que la observación se sistematice más en la casa, se aplique con más rigor y se habitúe uno a sacarle el mayor partido posible a la luz de lo que se afirma en este artículo.
Hay tres tipos de errores que son muy comunes en los padres que observan, que hay que ser conscientes de ellos y aprender a detectarlos en las propias observaciones:
- Efecto halo. Aparece cuando el observador está influido por su impresión general de la persona o producto que está observando. Si la primera impresión general es buena, tenderá a calificar alto a la persona o producto en todas las características que se juzgan (es lo mismo que ocurre cuando vemos positivo todo aquello que hace un amigo de nuestro hijo que pertenece a un círculo social-cultural buscado por nosotros para nuestros hijos)
- Tendencia a la respuesta personal. Algunos padres observadores tienden a calificar a todo el mundo alto (error de generosidad); otros, tienen la tendencia a calificar todo y a todos muy bajo (error de severidad); hay quienes suelen calificar a todos y todo medianamente (error de tendencia central)
- Error lógico. Se produce porque el padre observador no entiende completamente la relación entre las diversas variables que interactúan en una situación concreta (¿puede influir la vestimenta de los amigos del hijo (variable) en el comportamiento del grupo (situación)?
Como consecuencia puede dejar a sus observaciones ser influidas por lo que él piensa que son relaciones importantes entre las características que está evaluando. Por ejemplo se valora a los hijos muy estudiosos y minusvaloramos a los poco estudiosos, porque suponemos que existe una relación entre la inteligencia y las buenas notas, más fuerte de lo que es en realidad.
A continuación vamos a detallar algunas sugerencias para utilizar la observación sin pretender que los padres apliquen instrumentos de medida sofisticados ni nada por el estilo. El mensaje que se pretende transmitir es claro: observen más a menudo y con más detenimiento a sus hijos (juegos, deberes, ordenador, television, etc…) Algunas sugerencias sencillas que se apuntan son las siguientes:
- Ser objetivo (demostrar frialdad):Cuando usted se ponga a observar la conducta de su hijo/a olvídese de sus prejuicios pues le impedirán ser objetivo/a y se verá influenciado por sus propias actitudes hacia la persona observada.
Entre las muchas cosas que se pueden hacer para mantener la objetividad mientras se observa, quizá la más importante sea concentrarse en el comportamiento observado o las características específicas del producto que se está observando, concentrarse en lo que se percibe en lugar de en lo que se siente. - Centrarse en comportamientos significativos:
Cuando observamos es muy fácil dispersarse, distraerse, “descentrarse”. El padre observador empieza a ver otras cosas distintas de las que está intentando observar y pronto se aleja de las características que se había decidido que eran importantes. - Definir el problema:
a. Descripción de los hechos de manera clara y concreta (¿Quién está implicado?, ¿Cuándo ocurre?, ¿Dónde ocurre?, etc.)
b. Analizar las respuestas más habituales al problema (¿Qué siente?, ¿Qué hace?, ¿Qué quiere que cambie?, etc.)
c. Establecer dos tipos de objetivos:
• Centrados en el problema real.
• Centrados en la emoción que siente. - Ser discreto
El padre buen observador se mezcla con el “paisaje”, pasa inadvertido, es inofensivo. No atrae la atención hacia sí haciendo gestos visibles de aprobación o desaprobación. - Observar a menudo
Al hacer de la observación sistemática una parte natural de sus actividades diarias, el padre observador conseguirá dos cosas: primero, sólo por la práctica constante de la observación se convertirá en un observador bueno y exacto, y por tanto, al observar diariamente incrementará su capacidad de hacer observaciones; en segundo lugar, al hacer muchas observaciones, tendrá más posibilidades de obtener un indicador preciso de cómo son sus hijos y lo que son capaces de hacer.